DEMANDAS SALVAJES



En febrero de 1992 la Sra. Stella Liebeck derramó -accidentalmente, se entiende- una taza de café caliente de McDonald's que le causaron quemaduras de tercer grado en su región pélvica. Tras denunciar a McDonald's y reclamar 2,9 millones de dólares por daños, al final consiguió una indemnización de 640.000 dólares. Desde entonces los vasos de cartón de las cadenas de restaurantes de comida rápida llevan incorporada la advertencia de que el líquido que contienen puede quemar. Como consecuencia de todo esto, estamos rodeados de "letreritos" o "cartelitos" en los que se nos advierte que si nos ocurre un desgraciado accidente, no se responsabilizan de lo ocurrido.


Ni todos los carteles, instrucciones y advertencias del mundo pueden -si se me permite la licencia- con la estupidez humana. En los carritos para bebés encontramos instrucciones avisando de que antes de colocar al niño han de abrirse. En las lavadoras  podemos encontrar avisos recomendando no introducir personas en su interior. En la planchas podemos encontrar avisos indicando que hay que sacarse la ropa antes de ponerse a plancharla. Que el jabón para lavadora no es válido para la higiene personal. Y así un interminable lista de advertencias.

Podemos pensar que una cosa de poca entidad o importancia, pero lo cierto es que, si las compañías se ven obligadas a advertir de semejantes obviedades a sus clientes, es por la sencilla razón de adoptar precauciones ante eventuales demandas salvajes. La bobería y, sobre todo, la mala fe, abundan. Al igual que Stella Liebeck, que se llevó un buen pico por quemarse con un café que se le cayó a ella "solita", hay personas que consideran que siempre hay alguien responsable de su estupidez, desidia o despiste.

Estas conductas responden a la idea de que nunca somos responsables de nuestros actos, y que la culpa siempre es de los demás. El libre albedrío y la buena fe de los demás, ha dejado de existir. Los perjudicados por esta nueva cultura del siempre hay alguien detrás, acaban siendo el sentido común y la lógica. O tal vez no, pues a la vista de las indemnizaciones por daños que pueden llegar a otorgarse por demandar a los demás de las adversidades más sorprendentes, a lo mejor el genuino sentido común reside en tropezar -rompiéndose la pierna, como mínimo-, para poder demandar “a quien sea” por tentativa de homicidio y daños morales -por el susto de la caída-. Así de paso, aumentamos en unos cuantos ceros nuestra cuenta corriente en el Banco.

Para acabar no me puedo resistir a formular la siguiente pregunta ¿estaríamos dispuestos a verternos una taza de café caliente?, para así poder cobrar una indemnización "millonaria". Nuestro coste seria aguantar un "ratito", el beneficio seria "millonario". 

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Para más detalle del caso, facilitamos los siguientes enlaces, gracias a los cuales ha sido posible esta propuesta de reflexión sobre las "demandas salvajes", y de la responsabilidad por daños, así como la ilustración.



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